A propósito del post sobre
Rick Rubin que hice semanas atrás, he decidido comenzar a sacar a la luz el (muchas veces) desconocido trabajo de una figura imprescindible en la música: el productor. La labor del productor musical es determinante para el producto final y no son pocos los casos de trabajos de producción nefastos que han estropeado no ya grandes discos, sino a grandes bandas.
La labor del productor no se limita a una cuestión técnica; para eso está el ingeniero de sonido (pueden ser la misma persona pero no es imprescindible). El ingeniero se encarga de que todo suene bien, ajustando los equipos de grabación en función de las directrices de los músicos o del productor. El productor, sin embargo, tiene que tener una visión más global del disco, coordinando todo el proceso de creación del mismo (desde la selección y arreglos de las canciones hasta el sonido en sí). Siendo un poco "místicos", podríamos decir que el ingeniero de sonido se encarga del cuerpo y el productor del alma.
Normalmente, los productores más importantes han sido (son) músicos, que controlan además la parte "técnica" de la grabación y que suelen tener un objetivo claro a la hora de abordar la grabación del disco de un artista o grupo: conferir tal o cual sonido o atmósfera. Un buen trabajo de producción suele proporcionar un sello, un sonido determinado, que debe potenciar un espíritu concreto en la música del artista. Dicho en plata, un buen productor debe ser capaz de potenciar el sonido de un grupo o artista concreto, darle una identidad sonora que le haga particular sin desvirtuar su estilo, ya sea mediante la selección de canciones, el sonido de las mismas, los arreglos o todo ello a la vez.
Para muestra, dos botones. Sin volver a hablar de Rubin, citaré dos reconocidos productores (iré dedicando post a varios de ellos, pero sirvan estos de ejemplo) que hacen exactamente lo que digo y lo contrario.
George Martin (Sir George Martin, de hecho), uno de los productores más famosos de la historia de la música moderna es un ejemplo de Productor, con mayúsculas. El músico y orquestador británico que supo sacar lo mejor de
The Beatles, responsable (sólo con este trabajo ya merece figurar en letras de oro en la Historia de la Música) del prodigio sonoro de "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" (1967), trabajo en el que utilizó por primera vez ocho canales de grabación y elevó la estereofonía al altar de la música pop-rock. Arreglos como los de "Getting better", efectos como los de "Lucy in the sky with diamonds" o el prodigio técnico de
"A day in the life" sirven como muestra de lo que era capaz de hacer Martin con las composiciones de Lennon y McCartney: plasmar en sonido sus ideas, realzar las composiciones, crear un "ambiente sonoro" evocador y pluscuamperfecto... Un productor de 10.
Alejo Estivel, que fuera (y es) miembro de Tequila, músico, compositor y productor, comenzó su carrera en esto de la producción haciendo jingles publicitarios junto al inefable Nacho Cano. Esa querencia de buscar la comercialidad en un sonido musical la ha transportado a sus trabajos como productor discográfico, con irregulares resultados. Nada tiene uno que oponer a su trabajo con Sabina en "19 días y 500 noches" (1989), por ejemplo, pero sí podría ponerle muchas pegas a la labor desarroll

ada con El Canto del Loco ("El Canto del Loco", 2000), sobre todo después de haberles visto en directo o, sobre todo, con
MClan ("Usar y tirar", 1999; "Sopa fría", 2004). En el primer caso, su producción ejerce de apisonadora musical, aplastando el sonido de una banda filo-rockista hasta convertir su sonido en un remedo de los Hombres-G más comercialoides. La batería es prácticamente inexistente (¡qué decir del bajo!), las guitarras suenan casi en sordina, todo en beneficio de la voz de Dani Martín y los arreglos de las canciones resultan planos, sin los destellos que se aprecian en las versiones en directo: todo sacrificado en pos de un rendimiento comercial que obliga a que las canciones sean "digeribles" por un público masivo (café para todos). En el segundo caso, y aquí hablo desde el corazoncito herido de un rockero, Estivel mató a MClan. Después del gran trabajo de los murcianos en "Un buen momento" (1995) y "Coliseum" (1997), donde la impronta de productores norteamericanos prometía una suerte de
Black Crowes a la hispana (
Richard Chycki, en "Coliseum", hizo un trabajo impresionante), llegó Estivel y con "Usar y tirar" proporcionó a MClan su mayor triunfo comercial hasta la fecha. No es que uno quiera que los grupos que le gustan sean
outsiders y no vendan 100.000 copias, no... pero sí que creo que Tarque y compañía se equivocaron al recurrir a Estivel para alcanzar al gran público. Lo alcanzaron, qué duda cabe, pero su sonido pasó a ser un "producto Estivel" más, calcado del sonido de unos Tequila entonces desaparecidos e, incluso, de los citados El Canto del Loco; nada que ver, lamentablemente, con el potente rock sureño y stoner que apuntaban en sus primeros dos discos. Nada contento con los derroteros que llevaba el grupo (de gran promesa del rock a grupo consagrado de pop), el guitarrista Santi Campillo dejó MClan. En la actualidad, el último album del grupo (que aún no he oído en profundidad) está producido por Carlos Raya, su guitarrista actual (ex-Sangre Azul). Es de esperar que Raya, un músico elegante, de gran oído y gran técnica, sea capaz de sacar lo mejor de la banda murciana, como ya ha hecho con Fito, por ejemplo.

Tirado a la bartola, con esa barba al más puro estilo ZZ Top, tenemos a uno de los grandes, a uno de los mejores productores musicales del pop-rock internacional: señoras y señores,
Rick Rubin. Hemos querido usar su imponente imagen para destacar y dar la importancia que se merece al trabajo del productor (de lo que nos ocuparemos en posteriores posts). En este caso, traemos a colación a Rubin por su último y excelso trabajo: Death Magnetic, de
Metallica.

Este album, el primer disco en estudio de la banda en cinco años, supone, para muchos, el
renacimiento de Metallica como una de las más grandes, sino la más grande, bandas del metal. Supone su noveno disco (sin contar directos ni rarezas varias) y lo que si podemos decir es que puede figurar sin ningún tipo de dudas en la lista de los albumes más importantes del año 2008 (aunque a insignes y respetados bloggers como Jim Garry,
The Last Dj, se le haya "quedado a medias" -
su lista de 2008 es, en todo caso, impecable). El tracklist de este disco es apabullante y, hasta en los momentos más bajos del album (que alguno hay) uno tiene la sensación de recuperar a los Metallica que siempre adoró, a esos que en directo seguían siendo Grandes pero que en disco flojeaban desde finales de los 90. Canciones como "Broken, Beat & Scarred", "Cyanide", el propio single "The day that never comes" o la maravillosa instrumental "Suicide & Redemption" (toda una declaración de intenciones) sitúan a este disco como el mejor de Metallica desde los tiempos del "Black album" (1991) y al nivel, aunque el sonido de la banda, evidentemente, ha evolucionado (y, por lo tanto, es difícilmente comparable) al "And Justice for all..." (1988).
¿Las claves del éxito? Pues volvemos a nuestro barbudo protagonista del principio...
Bob Rock, como productor de Metallica desde 1991, hizo un gran trabajo con "Black album". Afianzó una deriva que se apreciaba en el sonido de Metallica desde mediados de los 80, potenciando esa característica tan Zeppeliana del desarrollo melódico roto con rudeza (¡qué grande suena, aún hoy, "Fade to black" (1984), por mucho que a algunos fans les parezca una "traición"). Las canciones de Metallica, ya desde el "Ride the lightning" (1984) y, sobre todo, en el "And Justice for all..." (1988; ¿hay alguien que no considere "One" como una de las mejores canciones metal de la historia?), se iban puliendo y el sonido del grupo se alejaba progresivamente de sus sucios comienzos en el trash más batallador ("Whiplash" (1983) es también una canción inmensa, pero su sonido, responsabilidad de
Jon Zazula, tiene poco que ver con "Blackened", por decir algo).
¿Fue Bob Rock el responsable del cambio? Sí y no. Por más que aún se oiga en algunos círculos, la trágica desaparición del llorado
Cliff Burton (reverencias) y la entrada de Jason Newstead a las cuatro cuerdas no tuvo nada que ver con ese cambio de sonido (aunque a veces lo he escuchado por ahí), pues el "And Justice..." tiene piezas instrumentales grabadas y/o compuestas por él. No la tuvo en el "Black album" ni la tuvo en las posteriores entregas ("Load", 1996, y "Reload", 1997, cuando algunos maliciosos empezaron a catalogarles como MTVtallica...). ¿Y la llegada de
Robert Trujillo tuvo que ver con el desastre sonoro de "St. Anger" (2003)? Los que amábamos
Suicidal Tendencies y conocemos de lo que es capaz Trujillo sabemos que no... ¿Por qué, entonces, se produjo esa deriva tan, para la mayoría, nefasta?
Dos cuestiones, y las dos las hemos apuntado arriba. Primera, era una deriva natural del sonido de un grupo que iba, si queremos decirlo así, sofisticándose... Una mejor modulación de la voz de Heitfield, desarrollos instrumentales más "melodiosos", estribillos más "digeribles" y, en definitiva, un sonido más apto para todo tipo de oidos... todos son elementos que se iban perfilando desde los 80. La segunda cuestión es la responsabilidad, para bien y para mal, de Bob Rock. El que fuera productor de Mötley Crue, Bon Jovi, Skid Row, etc, entendió bien las intenciones del grupo y, con el "Black album", logró un disco cuasiperfecto, que aunque decepcionó a muchos fans, encantó a otros que seguían al grupo desde los primeros 80 (me incluyo) y tuvo, además, la virtud de atraer a nuevos públicos a Metallica. El problema es que Rock (siguiendo, quizás, las veleidades de un Ulrich cada vez más endiosado) siguió afinando y afinando, hasta convertir a Metallica en un grupo pop-rock del montón que, si bien era capaz de hacer grandes canciones ("Hero of the day", en el "Load", "The memory remains", en el "Reload") sonaba plano, sin personalidad... tal y como le pasó a Bon Jovi (¡qué grandes posibilidades para el hard rock desaprovechadas!). Lo del "St. Anger" mejor ni nombrarlo, porque se nos vendió como el regreso de Metallica a su sonido del principio y, como dije en alguna ocasión, el album de Soziedad Alkoholika que salió en mismas fechas ("Tiempos oscuros", 2003) tenía bastante mejor sonido que el de Metallica (produjeron el mismo grupo y
Haritz Harreguy).
Y en estas, ha llegado "Death magnetic" con el todopoderoso Rick Rubin detrás de la mesa de sonido y volvemos a tener a Metallica como lo queríamos... Rubin, padre de la fusión del metal con el rap, que ha logrado sacar chispas a artistas tan variopintos como Slayer o Shakira (¡nunca sonó tan bien!); que es el responsable de uno de los últimos grandes pelotazos del rock duro de los últimos años (
System of a Down); que es el adalid del gran sonido de los
RHCP en los 90; que ha resucitado a Johnny Cash para el público contemporáneo; que es, en definitiva, un jodido genio.