De oposiciones y otras zarandajas
5:28 | Author: El Pardao
Vaya por delante mi más absoluto respeto a los/as funcionarios/as (menos a los de correos; a esos se la tengo
jurada desde hace años): tiene mérito eso de sacarte una plaza en dura pugna con cientos, miles de aspirantes. Además, aunque suene poco cool decirlo, el servicio a la ciudadanía es algo meritorio y, lamentablemente, no siempre bien comprendido... El motivo de esta reflexión es, sin embargo, exponer un punto de vista que mantengo desde hace varios años con respecto a lo de opositar a funcionario por el
simple hecho de opositar.Me explico. He tenido, con frecuencia, la discusión siguiente: un/a conocido/a está en el paro y plantea la posibilidad de opositar. "¿A qué?", preguntamos algunos. "A lo que sea", responde el/la interfecto/a. Los demás asienten; "sí, aunque sea de lavandero, de bedel o de recoge papeles por la calle, lo importante es que tienes un trabajo fijo"... "Ya prosperarás después, ya subirás en el escalafón", dicen los más consecuentes con la cualificación profesional del/la parado/a (con una licenciatura, un máster y dos idiomas; vamos, un JASP, como nos calificaba - yo soy uno de ellos - una campaña publicitaria
años ha). "Total, el trabajo es para lo que es, para ganar dinero: ya ocuparás tu tiempo libre en hacer lo que de verdad te gusta", dicen otros, tomando una visión más hedonista de la vida. Se me revuelven las tripas y las pocas neuronas que me quedan, al comprobar, con estupor,
que soy el único que considera esa postura como una auténtica soplapollez y que, de optar al empleo público, debería hacerlo en un puesto acorde con su formación. "Claro, tú lo ves muy fácil", dice uno; "no sé dónde está el problema", dice otra... Pues bien. El problema radica, precisamente, en lo incoherente de las dos explicaciones que aportan mis contertulios... Lo primero de todo, y sirva esto como excusatio non petita: no tengo ningún problema con aquellos que, por propia voluntad, deciden dejar los estudios en, por decir algo, bachillerato y luego optan a una plaza de conserje en su ayuntamiento o de ujier en la universidad o de
operario de limpieza en la diputación, etcétera... Tampoco, por supuesto, a los que estudiando secretariado optan a ser administrativos/as... Cada cual toma el rumbo profesional que buenamente puede y, si es posible, quiere. También es dolorosamente evidente (y esto lo he sufrido en carne propia) que en este nuestro país la elevada cualificación no sirve, en la mayor parte de los casos, para conseguir un mejor puesto de trabajo (por lo menos, en la empresa privada).Ahora bien, eso no es excusa para adoptar un comportamiento como el descrito más arriba. El argumento de que "da igual de qué entres, lo importante es entrar" es engañoso. Primero de todo, porque la promoción o carrera vertical dentro de las distintas administraciones que tenemos no es tan sencilla: dicho en plata, un licenciado en sociología que entre de bedel no va a alcanzar, por mera promoción interna, la plaza de sociólogo dentro de un ayuntamiento. Claro que la experiencia trabajando en la administración le proporcionará puntos en una futura promoción interna a "Sociólogo" o en una convocatoria abierta a "Sociólogo", pero
siempre, en todo caso, tendrá que volver a examinarse (esto es, a *opositar*). Además, para que su trabajo como bedel le proporcione puntos realmente válidos, deberá desarrollarse durante
muuuuuuuuuuuuuucho tiempo; tiempo en el que va a desempeñar un trabajo mucho menos cualificado que el que realmente quiere y, posiblemente, mucho menos gratificante a nivel personal (porque, digo yo, si lo que quería ser en la vida era bedel, ¿para qué estudió Sociología?). Esta circunstancia, la sobrecualificación de muchos de los puestos inferiores
de la escala administrativa es, en realidad, uno de los principales cánceres que padece nuestro sector público, porque genera desmotivación y el famoso síndrome del "funcionario quemado", ya que hay mucho Grupo A y B potencial (licenciados, diplomados, etc) "atrapados" en puestos de
Grupo C, D y E. Sus retribuciones (que sí, son fijas, acepto el "dogma") no colman sus expectativas (sobre todo cuando pasan unos años, porque al principio, si han entrado como bedeles recién licenciados, dicen "qué chollazo, cobro 1.400 euros y si estuviera de sociólogo en prácticas no llegaría a los 700"; cuando uno ya tiene coche, casa y forma una familia
ve que su sueldo apenas ha subido hasta los 1.800) y sus posibilidades de escalar posiciones son muchas menos de las que creían. El cáncer, al que hago referencia, tiene, además, otro efecto perverso.

Como ocurre en muchas oposiciones, la nota de "corte" para aprobar las pruebas se suele establecer en función de las notas más altas. Si, en nuestro ejemplo, el licenciado en Sociología opta a la plaza de bedel a la vez que una persona que sólo tiene bachillerato, es posible que,
debido a que tiene una mayor formación y suele estar, además, recién salido de la Facultad (con lo que de entrenamiento para exámenes supone), su nota eleve la exigencia para el otro aspirante, cuyo perfil, por otro lado, es más adecuado para el puesto en concurso. Ocurre así
con muchos licenciados en derecho, empresariales, sociología, periodismo, etcétera, que he conocido trabajando de ¡auxiliares administrativos y administrativos!, cuando hay gente que se ha preparado para ese puesto y se ha quedado fuera incluso de las listas de sustituciones.

El otro argumento que defienden mis contertulios, el de "el trabajo es sólo para tener dinero y ya harás en tu tiempo libre lo que te gusta hacer" tiene también una doble lectura. Por un lado, creo que es demasiado simplista decir que "el trabajo es sólo para tener dinero". Partiendo de la base de que todos (hasta yo) trabajamos por dinero, creo que dedicamos demasiadas horas al día, demasiados esfuerzos físicos y mentales al trabajo como para estar haciendo algo que no nos aporte, al menos, un poquito de satisfacción... No fastidiemos, si no te queda otra, tienes letras que pagar o bocas que alimentar (la tuya propia, qué leches) trabajas de lo que sea, hasta de sexador de pollos si se da el caso. Hablo de intentar encontrar un trabajo que te resulte medianamente enriquecedor o de verle el lado positivo a tu trabajo. Porque si no, y esa es la otra lectura que se hace de esta máxima, un sociólogo que trabaja de bedel, insatisfecho con su sueldo (en la administración tampoco se cobra tanto, aunque se cobra, al menos de partida, en función
de la categoría de tu puesto), al que su trabajo le da igual y no para de verle pegas, terminará por ser un absentista en toda regla (de los presenciales, que aunque está en su puesto no da un palo al agua y se distrae haciendo "lo que le gusta hacer", o de los reales, que directamente se pilla la baja por períodos prolongadísimos).

Así que a la hora de pensar en el sector público para desarrollar la carrera profesional de uno, creo que hay que ser consecuente con el rumbo que uno ha tomado en su vida laboral e intentar conseguir una plaza que sea acorde con tu capacidad y tu formación. Aunque, claro, si en el sector privado pagan 800 euros a un licenciado con un máster, con contratos precarios y poca o nula expectativa de promoción profesional, no me extraña que mucha gente termine por agarrarse a un clavo ardiendo.

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1 comentarios:

On 30 de mayo de 2009, 9:56 , Fco.Javier Bárez dijo...

Ok Josu, bueno este comentario es para estrenar tu blog.
Resumen de tu post; 1.- "Gestión del Talento"
2.-Seleccionar a quien se necesita y para lo que se necesita, después el "talento si descubrirá otras necesidades.
3.- Optar a lo puestos de titulación que se tiene
4.- Cambiar absolutamente todo y usar sistemas creativos para la elección y no digo selección
Un abrazo